INDEPENDENCIA COLOMBIA: LA LUCHA DE UNA NUEVA IDENTIDAD
La independencia de nuestra cultura, nuestra historia y nuestra identidad, parecen ser una de las principales metas a partir de las cuales se ha forjado sistema de comunicación, que diariamente legitima y arraiga en la conciencia del pueblo aspectos tan enaltecidos y aparentemente propios como la multiculturalidad, la pluralidad de pensamiento, la riqueza propia de las distintas cosmovisiones, tradiciones y saberes presentes en comunidades como las indígenas y afrodescendientes, resaltando incluso a través de los medios de comunicación el derecho a la libertad y la lucha por la paz, etc. Pero realmente, ¿hemos realizado una instrospección sobre lo que llamamos realmente identidad y qué papel desempeña la independencia como mecanismo para lograrla?
Franz Fanon, reconocido ideólogo nacido en martinica a principios del siglo XX, plantea en su obra Los condenados de la tierra (publicado postmortem en 1961), el antagonismo que surge en el fenómeno de la colonización, donde el pueblo subyugado (tomado como la población tercermundista) se revela al colonizador a través de la violencia, como una verdadera lucha donde el inconformismo por la marginalidad y la desigualdad de la que son sujetos (incluyendo en particular las diferencias raciales, respaldadas en el estereotipo de progreso y perfección propios en el mundo occidental) permiten a los oprimidos superar su crisis de inseguridad e inferioridad frente a la conformación de una identidad propia, adaptando la cultura y en especial el lenguaje como armas para contrarrestar a quienes los someten. En nuestro contexto, estas palabras de Fanon nos recuerdan la sumisión ideológica y cultural (además de política y económica) de la que nos encontramos sujetos desde la época de la colonización española, momento en el cual una visión occidentalizada del mundo (en especial europea) arrasó con nuestra identidad e impuso a la fuerza las bases de nuestra actual concepción global, propiciando desconocimiento, miedo y vergüenza ante el conocimiento de nuestros orígenes y nuestra historia, introduciendo a sangre y fuego una identidad ajena, una realidad ineluctable, hoy en día de la mano con el neoliberalismo, y donde luchar por justicia, reconocimiento e igualdad, sin ser reconocido oficialmente como una necesidad del gobierno, es un acto considerado insulso y terrorista.
Según Fanon, la independencia como verdadero paso para la descolonización, no sólo debe entenderse como el cambio de un gobierno opresor extranjero a través de revueltas violentas o negociaciones pacíficas a otro donde acceda la burguesía nacional. Esta acción implica una verdadera transformación de la población (a través de una educación que no se reduzca a sólo alfabetizar) frente a aquella sumisión que nos esclaviza a otras formas de pensar, donde somos quienes sostenemos a través de nuestro trabajo y nuestras penurias el bienestar y progreso de otros países ajenos al nuestro (como ocurre en Colombia con las grandes potencias, particularmente EEUU) que a través de una cortina de humo, ocultan sus verdaderas intenciones, (como la instalación de de tropas militares instaladas en bases colombianas) donde se promete ilusoriamente solucionar problemas cuyas raíces se remontan a la época de la colonización española y se perpetúan a través del modelo económico capitalista y la falsa democracia, donde el pacifismo y la no-lucha se promulgan abiertamente a través de los medios de comunicación, como camino para paliar los actos de violencia de grupos de insurrección, pero que no son motivados con la misma intensidad para combatir y desentrañar los crímenes de estado, la impunidad política, las masacres, los nexos de políticos y paramilitares y que resultan memorables y dignos de olvido y perdón. En un país donde hay “rechazo del uso de la fuerza ante un orden basado en la fuerza”.
Jean Paul Sartre, filósofo, dramaturgo, periodista y novelista amigo de Fanon, describe en el prefacio que realiza a la obra de dicho ideólogo, que éste no pretende incitar a la población a conformar una rebelión violenta contra el estado, sin prever las consecuencias, ni ser una guía predeterminada de cómo se deben lograr los cambios que la sociedad, el pueblo necesita. Este libro solamente describe y hace manifiesta la situación por la que el mundo atraviesa, con la finalidad de generar conciencia sobre nuestra esclavitud y carencia de identidad, donde también cada nación subdesarrollada, debe liberarse de las ataduras de la cultura europea, incentivando la búsqueda de soluciones y nuevos caminos al mismo.
Finalmente, frente a esta opción de insurrección violenta y educativa que nos ofrece la obra “los condenados de la tierra” de Franz Fanon, debemos reflexionar sobre nuestro el pueblo tercermundista y su búsqueda de una identidad y un pensamiento propio, libres de las ataduras de un pensamiento occidental (particularmente europeo), si en realidad anhelamos como país constituir una nueva nación, aquellos pocos elementos culturales y tradicionales que conocemos de la historia de nuestro país sea gracias a su tergiversación y comercialización, a la explotación de una memoria ancestral y mística, propiciada por las clases altas y respaldada por el desconocimiento y deseos de del pueblo, quienes irónicamente sienten orgullo portándolas como símbolo de su patriotismo, compromiso y respeto con su país, defendiendo mas que una identidad y libertad, una imagen de sumisión y desconocimiento de si mismo.
La independencia de nuestra cultura, nuestra historia y nuestra identidad, parecen ser una de las principales metas a partir de las cuales se ha forjado sistema de comunicación, que diariamente legitima y arraiga en la conciencia del pueblo aspectos tan enaltecidos y aparentemente propios como la multiculturalidad, la pluralidad de pensamiento, la riqueza propia de las distintas cosmovisiones, tradiciones y saberes presentes en comunidades como las indígenas y afrodescendientes, resaltando incluso a través de los medios de comunicación el derecho a la libertad y la lucha por la paz, etc. Pero realmente, ¿hemos realizado una instrospección sobre lo que llamamos realmente identidad y qué papel desempeña la independencia como mecanismo para lograrla?
Franz Fanon, reconocido ideólogo nacido en martinica a principios del siglo XX, plantea en su obra Los condenados de la tierra (publicado postmortem en 1961), el antagonismo que surge en el fenómeno de la colonización, donde el pueblo subyugado (tomado como la población tercermundista) se revela al colonizador a través de la violencia, como una verdadera lucha donde el inconformismo por la marginalidad y la desigualdad de la que son sujetos (incluyendo en particular las diferencias raciales, respaldadas en el estereotipo de progreso y perfección propios en el mundo occidental) permiten a los oprimidos superar su crisis de inseguridad e inferioridad frente a la conformación de una identidad propia, adaptando la cultura y en especial el lenguaje como armas para contrarrestar a quienes los someten. En nuestro contexto, estas palabras de Fanon nos recuerdan la sumisión ideológica y cultural (además de política y económica) de la que nos encontramos sujetos desde la época de la colonización española, momento en el cual una visión occidentalizada del mundo (en especial europea) arrasó con nuestra identidad e impuso a la fuerza las bases de nuestra actual concepción global, propiciando desconocimiento, miedo y vergüenza ante el conocimiento de nuestros orígenes y nuestra historia, introduciendo a sangre y fuego una identidad ajena, una realidad ineluctable, hoy en día de la mano con el neoliberalismo, y donde luchar por justicia, reconocimiento e igualdad, sin ser reconocido oficialmente como una necesidad del gobierno, es un acto considerado insulso y terrorista.
Según Fanon, la independencia como verdadero paso para la descolonización, no sólo debe entenderse como el cambio de un gobierno opresor extranjero a través de revueltas violentas o negociaciones pacíficas a otro donde acceda la burguesía nacional. Esta acción implica una verdadera transformación de la población (a través de una educación que no se reduzca a sólo alfabetizar) frente a aquella sumisión que nos esclaviza a otras formas de pensar, donde somos quienes sostenemos a través de nuestro trabajo y nuestras penurias el bienestar y progreso de otros países ajenos al nuestro (como ocurre en Colombia con las grandes potencias, particularmente EEUU) que a través de una cortina de humo, ocultan sus verdaderas intenciones, (como la instalación de de tropas militares instaladas en bases colombianas) donde se promete ilusoriamente solucionar problemas cuyas raíces se remontan a la época de la colonización española y se perpetúan a través del modelo económico capitalista y la falsa democracia, donde el pacifismo y la no-lucha se promulgan abiertamente a través de los medios de comunicación, como camino para paliar los actos de violencia de grupos de insurrección, pero que no son motivados con la misma intensidad para combatir y desentrañar los crímenes de estado, la impunidad política, las masacres, los nexos de políticos y paramilitares y que resultan memorables y dignos de olvido y perdón. En un país donde hay “rechazo del uso de la fuerza ante un orden basado en la fuerza”.
Jean Paul Sartre, filósofo, dramaturgo, periodista y novelista amigo de Fanon, describe en el prefacio que realiza a la obra de dicho ideólogo, que éste no pretende incitar a la población a conformar una rebelión violenta contra el estado, sin prever las consecuencias, ni ser una guía predeterminada de cómo se deben lograr los cambios que la sociedad, el pueblo necesita. Este libro solamente describe y hace manifiesta la situación por la que el mundo atraviesa, con la finalidad de generar conciencia sobre nuestra esclavitud y carencia de identidad, donde también cada nación subdesarrollada, debe liberarse de las ataduras de la cultura europea, incentivando la búsqueda de soluciones y nuevos caminos al mismo.
Finalmente, frente a esta opción de insurrección violenta y educativa que nos ofrece la obra “los condenados de la tierra” de Franz Fanon, debemos reflexionar sobre nuestro el pueblo tercermundista y su búsqueda de una identidad y un pensamiento propio, libres de las ataduras de un pensamiento occidental (particularmente europeo), si en realidad anhelamos como país constituir una nueva nación, aquellos pocos elementos culturales y tradicionales que conocemos de la historia de nuestro país sea gracias a su tergiversación y comercialización, a la explotación de una memoria ancestral y mística, propiciada por las clases altas y respaldada por el desconocimiento y deseos de del pueblo, quienes irónicamente sienten orgullo portándolas como símbolo de su patriotismo, compromiso y respeto con su país, defendiendo mas que una identidad y libertad, una imagen de sumisión y desconocimiento de si mismo.
“Por Europa, por nosotros mismos y por la humanidad, compañeros, hay que cambiar de piel, desarrollar un pensamiento nuevo, tratar de crear un hombre nuevo”